vendredi 7 décembre 2018

El don de la presencia, los peligros de aconsejar - Parker J. Palmer

Cuando mi madre fue a una casa de cuidado no mucho antes de su muerte, nos dijeron a mi esposa y a mí que por un modesto incremento en el costo mensual, el personal le ofrecería unos pocos servicios extras para mejorar su calidad de vida. Pagamos gustosamente, agradecidos por que podíamos costearlo.
Ahora a mediados de nuestros setentas, mi esposa y yo no tenemos la necesidad inminente de vivir con asistencia o cuidado de enfermería. Pero la casa en la que vivimos es, por definición, una instalación residencial para persona mayores. Aquí lo que con cariño llamamos La Casa, no es poco común para uno de nosotros tratar de "mejorar" la calidad de vida de otros ofreciendo "servicios extras". Desafortunadamente, aquellos servicios con frecuencia toman la forma de consejo.
Hace unos años, mi esposa me dió un consejo que pareció como -¿cómo puedo decirlo? - superfluo. Recordando nuestra experiencia con mi madre, dije "¿Podría pagar un poco menos este mes?". Hasta el día de hoy, esa línea nos da la oportunidad de rein en lugar de estar a la defensiva cuando uno de nosotros intenta de vez en cuando, dar al otro "ayuda" no solicitada o no deseada.
Dar consejo viene naturalmente en nuestra especie y en su mayoría se hace con buena intención. Pero, en mi experiencia, el conductor detrás de muchos consejos tiene mucho que ver con interés propio como con las necesidades del otro - y cierto consejo puede terminar haciendo mayor daño que bien.
La semana pasada tuve una llamada de un hombre que recientemente había sido diagnosticado con cancer terminal. Había enviado un correo con sus malas noticias a algunos familiares y amigos, uno de ellos fue a verlo enseguida. "¿Cómo te estás sintiendo?" le preguntó. "Bien, como dije en el correo, me estoy sintiendo asombrosamente en paz con todo esto. No estoy preocupado por lo que viene."
El amigo replicó, "Mira, necesitas tener una segunda opinión. Al mismo tiempo, debes comenzar a explorar la medicina complementaria. Debes también inscribirte en un programa de meditación y sé de un buen libro que para empezar ese camino".
Le pregunté a quien llamaba cómo esa respuesta lo había hecho sentir. "Estoy seguro que mi amigo tenía buenas intenciones", dijo, "pero su consejo me dejó menos en paz."
Le dije que me había sentido igual y le ofrecí esta imagen; Imagine que necesito apoyo con un problema serio, cuando llega alguien con una certificación avanzada CPR. Está tan ansioso de mostrar sus habilidades que no es capaz de escuchar mi necesidad real. En cambio, comienza a administrar compresiones en el pecho y "respiracion de rescate", aunque soy perfectamente capaz de respirar por mí mismo. Ahora tengo otro gran problema mientras trato de luchar contra el "ayudante" que está asfixiándome.
Le pregunté a mi interlocutor cómo se habría sentido si su amigo hubiera dicho simplemente, "¡Buenísimo que estés en paz! Cuéntame más." "Eso hubiera sido maravilloso", me respondió. "Pero todas las personas con las que hablé tenían un consejo para mí, incluyendo un pariente que dijo que necesitaba unirme a su iglesa antes de que fuera demasiado tarde."
Le pregunté cómo se había sentido recientemente - Me dijo que se había sentido asustado. "¿Quieres hablar sobre tu miedo?", le pregunté. El habló mientras yo escuchaba y le planteaba algunas preguntas. Cuando terminamos, me dijo que cierta paz había retornado. Era una paz que había venido desde su interior, no desde nada de lo que dije. Simplemente le ayudé a aclarar algunos escombros que habían bloqueado el acceso a su propia alma.
Mis dudas sobre el consejo comenzaron con mi primera experiencia de depresión clínica hace 35 años. Las personas que trataron de apoyarme tenían buenas intenciones. Pero en su mayor parte, lo que hicieron me dejó más deprimido.
Algunos fueron por la cura de la naturaleza: "¿Por qué no sales y disfrutas el sol y el aire fresco? Todo está floreciento y es un lindo día!" Cuando estás deprimido, sabes intelectualmente que es bello afuera. Pero no puedes sentir un poco de esa belleza porque tus emociones están muertas - y ser recordado de esa brecha es deprimente.
Otros ayudadores potenciales trataron de arreglar mi auto-imagen: "¿Por qué tan desanimado? Has ayudado a tantas personas". Pero cuando estás deprimido, la única voz que puedes escuchar es la que te dice que eres un fraude sin valor. Esos cumplidos profundizaron mi depresión haciéndome sentir que había defraudado aún a otra persona: "Si el supiera qué fraude soy, nunca más hablaría conmigo."
Aquí está el trato. El alma humana no quiere ser aconsejada o arreglada o salvada. Simplemente quiere ser observada - ser vista, escuchada y acompañada exactamente como es. Cuando hacemos esa clase de reverencia profunda al alma de una persona en sufrimiento, nuestro respeto refuerza los recursos sanadores del alma que pueden ayudar al sufriente a superarla.
Si. ahí está el problema. Muchos de nosotros los tipo "ayudadores" estamos más preocupados con ser vistos como buenos ayudadores que somos sirviendo las necesidades profundas del alma de la persona que necesita yuda. Presenciar y acompañar toma tiempo y paciencia, algo que a menudo nos falta - especialmente cuando estamos en presencia de un sufrimiento tan doloroso que apenas podemos estar allí, como si estuviéramos en peligro de contraer una enfermedad contagiosa. Queremos aplicar nuestro "arreglo", y cortar y correr, imaginando que hemos hecho lo mejor que podíamos para "salvar" a la otra persona.
Durante mi depresión, había un amigo que realmente ayudaba. Con mi permiso, Bill venía a mi casa todos los días al rededor de las 4:00 PM, me sentaba en una silla cómoda y masajeaba mis pies. Raramente decía una palabra. Pero de alguna forma, el encontraba el lugar en mi cuerpo donde podía sentir una sensación de conexión con otra persona, aliviando mi sensación horrible de aislamiento mientras se comportaba como testigo silencioso de mi condición.
Al ofrecerme esta compañía silenciosa durante un par de meses, cada día, Bill ayudó a salvar mi vida. Sin temor a acompañarme en mi sufrimiento, me ayudó a sentir menos temor de mí mismo. Estuvo presente - simplemente y totalmente presente - de la misma forma que uno necesita estar al lado de la cama de un moribundo.
Es en ese lugar donde finalmente aprendemos que no tenemos "arreglo" o "salvación" qué ofrecer a quienes sufren profundamente. Y sin embargo tenemos algo mejor: nuestro don del ser en la forma de presencia personal y atención, de la clase que invita a la otra alma a mostrarse. Como escribió Mary Oliver:
"Esta es la primera cosa, la más salvaje y la más sabia que conozco: que el alma existe y está construida enteramente por atención".
Le dejo con dos consejos - una auto-contradicción flagrante para la que mi única defensa es la afirmación de emerson " la consistencia es el problema de las pequeñas mentes."

  1. No de consejos a menos que alguien insista. En cambio, permanezca totalmente presente, escuche profundamente y formule la clase de preguntas que le dan al otro la oportunidad de expresar más de su propia verdad, cualquiera que sea.
  2. Si se encuentra a sí mismo recibiendo consejo no deseado de alguien cercano, sonría y pregúntele educadamente si puede pagar un poco menos este mes.


PARKER J. PALMER es un columnista de On Being. Educador, activista y fundador del Center for Courage & Renewal. Sus libros incluyen: A Hidden Wholeness: The Journey Toward an Undivided Life, y Let Your Life Speak: Listening for the Voice of Vocation. Su último libro es On the Brink of Everything: Grace, Gravity, and Getting Old.

Fuente: https://onbeing.org/blog/the-gift-of-presence-the-perils-of-advice/

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