vendredi 29 juin 2018

Soy un "anti – carrera" y usted también debería ser uno

Desprecio las carreras. No esta o aquella carrera sino todas las carreras. Quiero decir que desprecio el concepto de “carrera” porque creo que es una mala idea – y destructiva.
Soy un "anti-carrera". Kate McFarland, proponente de un estilo de vida "anti-carrera" y quien creó el concepto, define a un anti-carrera como “alguien que escoge rechazar la búsqueda de una carrera en su propia vida.” Lo que me hace un anti-carrera en un sentido incluso más fuerte u objetivo, pues creo que poner cualquier carrera al frente y en el centro de la propia vida, sin importar quién sea uno o en qué carrera uno esté, es una idea mala y destructiva.
Mi objetivo es convencerle de ello.

¿Qué es una Carrera?

El ex presidente de Facebook, Sean Parker, una vez declaró: “Creo que una carrera es algo que su padre trae a casa en un maletín cada noche, luciendo cansado.” Sentimiento con el que estoy de acuerdo, pero como definición sigue siendo confusa. Está bien entonces, ser más claros primero sobre lo que voy a atacar vehementemente.
Una carrera no se puede reducir a un trabajo o a una cadena de trabajos. Cuando niños, algunos de nosotros tenía trabajos (y un trabajo puede ser comprendido en parte, como lo expresa Robert Bellah et al. “una forma de hacer dinero y ganarse la vida”), pero con razón no pensamos que esto fuera el comienzo de nuestras carreras. No, una carrera es cierta clase de relación continua que tenemos con un trabajo remunerado (o con una mezcla de trabajo no-remunerado y remunerado). ¿Pero qué clase de relación es esta?
En su libro Hábitos del Corazón: Individualismo y compromiso en la vida americana, Robert Bellah et al. define una carrera como “el trabajo [que] traza el progreso de una persona a través de la vida por logros y avances en una ocupación”. Esta definición tiene muchas cosas correctas: la centralidad del trabajo en la vida de cada persona, la importancia del progreso en el trabajo y los hitos claves marcados por los logros y avances en el trabajo. También implica, la idea de que si uno deja las finanzas y entra en la tecnología, entonces uno deja atrás una carrera por el bien de otra.
Sin embargo, el libro, publicado originalmente en 1985, no pudo prever el auge del trabajo independiente y de los portafolios de agentes libres, alguien que, siendo un producto del siglo XXI, “se inspira en otras disciplinas para crear una carrera adaptable, diversificada y personal”. Esto es la carrera personalizada, no estandarizada. Quien ofrece portafolios puede no pertenecer a ninguna industria u ocupación, pero de alguna forma ellas toman lo que está haciendo como una pieza con el portafolio de carrera de su estrategia.
¿Cómo podemos elaborar una definición que combine la Carrera 1.0, del Hombre leal a una sola corporación de la Organización de mitad de siglo, con Carrera 2.0 el agente libre neoliberal?
Definiré cualquier carrera sea la que sea como una historia de progreso centrada en el trabajo en primera persona sobre un curso de vida individual, una historia que confiere un sentido de propósito y unidad sobre experiencias de trabajo específicas (prácticas, trabajos, actuaciones, proyectos, premios, ascensos, etc.) como también una identidad formal (periodista, bombero, contador, coach ejecutivo, asesor de arte independiente, etc.) sobre un individuo. El objetivo de la carrera y entonces de la vida del “carrerista” es el éxito en el trabajo.
Un ejemplo de Carrera 1.0 puede ayudar. Durante un tiempo, las universidades han sido básicamente criaderos de “carreristas” (para ver esto, solamente piense en los consejeros de carrera, los centros de recursos profesionales, contratación de carrera y centros de avance…). Un estudiante va a la universidad y allí es preparado y clasificado en un campo particular o disciplina. Pronto debe elegir una industria para comprometerse (por ejemplo, periodismo), debe adoptar una identidad (un periodista), es alentado para elegir una especialidad (periodismo investigativo) y entonces graduarse y tal vez hasta su retiro se le dice que embarque una historia de progreso centrada en el trabajo y enfocada en asegurar posiciones periodísticas de más y más prestigio, escribir un libro o libros bien recibidos y lograr premios reconocidos por sus colegas en su industria. Este proceso transformativo puede ser traducido en una fórmula: “Yo soy un periodista trabajando en el campo de periodismo específicamente en A, y mediante mis experiencias de trabajo a través de los años estoy tratando de progresar de X a Y en el campo del periodismo”.
Millones de personas están viviendo sus propias versiones de esta historia cada día. Y es bastante malo.

Nueve Argumentos contra el “Carrerismo”

Presento nueve argumentos contra el “Carrerismo”:
Primero, una carrera, que es asumida para ser aplicable a todos (o implica, todos los que tienen suerte), es solamente un concepto de cuello blanco que nunca ha sido aplicado a las personas de clase trabajadora. Instaladores de tuberías, carpinteros y electricistas han tenido sustentos, no carreras. Mis tíos y primos que viven en Michigan rural eran granjeros y tenderos, no “carreristas”. En este sentido, la carrera no tiene en cuenta las desigualdades de clase y estatus y es realmente una forma implícita de esnobismo.
En segundo lugar, una carrera es una ilusión cultural compartida: ninguna carrera, ya sea de la clase que sigue la trayectoria ascendente clásica o ya sea de la variedad más independiente que es modelada en el “portafolio”, puede representar adecuadamente la realidad vivida. Si solamente prestamos atención, pronto descubrimos que nuestras vidas pueden fluir como agua, moviéndose de un lado a otro conforme a muchos factores, especialmente los no relacionados con trabajo. Podemos hacer muchas cosas diferentes en momentos distintos; nuestros intereses pueden subir y bajar o cambiar de dirección; nuestras curiosidades, ir más allá de los límites del trabajo, pueden acceder a energía vibrante en esquinas inexploradas. Siempre que no nos enfrentemos a la fuerza violenta unificadora de la carrera, nuestros días, nuestros años pueden moverse en zigzags, en remolinos y piscinas, en corrientes descendentes, en círculos abiertos. Con respecto a su imagen de lo que una sociedad comunista podría ser, Marx escribió una vez que como “nadie tiene una esfera exclusiva de actividad”, cada quien es libre para “hacer una cosa hoy y otra mañana, cazar en la mañana, pescar en la tarde, criar ganado por la noche, criticar después de la cena” todo “sin siquiera convertirse en cazador, pescador, ganadero o crítico”. Amén a esto.
Tercero, las carreras son grandes trampas. Desde una edad temprana, los niños son adoctrinados en la ilusión cultural compartida centrada en lo que ellos quieren ser cuando sean grandes, son conectados a la educación institucional durante 17 o más años, cargan con una deuda de préstamo estudiantil después de graduarse de la universidad, escuela profesional o escuela de posgrado, están moldeados en una “esfera exclusiva de actividad”, y finalmente ellos están acorralados como esclavos asalariados (en alguna variedad de Carrera 1.0 o 2.0) por el resto de sus vidas – la justificación para todo esto es que estaba al servicio de sus carreras. Es peor que un triste maletín, es un mal negocio.
Cuarto, la carrera infunde en el “carrerista” una auto-importancia inapropiada. Estoy en el centro de mi historia, me apresuro y utilizo al otro para salir adelante, debo darme crédito por lo que he hecho y entonces en mí siempre hay, como el filósofo Bernard Williams expresó tan acertadamente, “un pensamiento de sobra”. No soy, por ejemplo, simplemente amable de una manera intuitiva e inmediata, lo trato con amabilidad porque tengo el pensamiento de ser una persona amable. Doctorarse – un verbo- está bien, pero cuidar a un paciente porque uno tiene el pensamiento de auto-importancia de que uno es un doctor en una trayectoria ascendente no lo es. Sabiamente, en el Tao Te King, Lao Tze escribe que el sabio Taoísta se involucra en “Se trata de crear y, sin embargo, no hacerlo; trabajar y no tomar crédito por ello. El trabajo se hace y luego se olvida.” Una carrera, registrada y siempre actualizada en un CV o resume, no nos dejará olvidar lo que hemos hecho. Cada producto o proyecto, no un regalo, se convierte en suministro para un obituario pretencioso para ser escrito sobre nosotros algunas décadas después.
En quinto lugar, las carreras requieren que seamos transformados en profesionales y el profesionalismo es justo eso tan terrible. La actitud profesional es distante, rígida, efectiva y sobre todo, frígida. El profesional no es el Buen Samaritano, alguien que graciosamente recoge a un extraño moribundo en el camino, pues se acostumbró a decir “Usted no es mi responsabilidad a menos que “su caso” encaje en mi bien definido conjunto de deberes”. A través de un proceso de auto-disciplina profesional, nos enseñamos a nosotros mismos cómo convertir nuestros corazones en hielo. Si giramos nuestra cara a otros como personas, es afortunadamente porque la profesionalización no se mantuvo del todo.
Nuestras deficiencias éticas descritas en los argumentos cuarto y quinto se corresponden con nuestros déficits estéticos. Sexto entonces, reducir nuestra atención por décadas en una carrera nos convierte en seres humanos triviales. Esto es porque volvernos profundos implica nuestra confrontación directa y continua con grandes asuntos existenciales de la vida: nuestro sufrimiento, el engaño de otros, la locura humana, la existencia de una realidad superior, y nuestra distracción con el misterio, las cosas que no entendemos y tal vez nunca podamos entender. La profundidad en nosotros contribuye a la plenitud en la vida. Sin embargo un enfoque único en el éxito de la carrera, nos reduce al extremo de la superficialidad. Nos convertimos, en palabras de Nicholas Carr, en “personas panqueques” y entonces no merecedoras del don de la consciencia humana.
Séptimo el “carrerista” no suma el costo del colapso de la comunidad. Desde al menos el siglo XVIII, la crianza de los hijos Americanos ha sido orientada hacia el desarrollo de “individuos independientes y auto-suficientes”. Para este fin, Bellah et al. enfatizan cómo el tema Americano de “dejar la casa” ha jugado un rol clave en ese desarrollo. La crianza de los hijos les facilita a los jóvenes adultos convertirse en autosuficientes, entonces abandonan su ciudad natal donde crecieron, obtienen alguna clase de educación profesional y gastan sus vidas tratando de dejar huella en el mundo a través de su trabajo. Si, en este esquema educacional, la auto-suficiencia es el tronco del árbol y las ramas son dejar la casa, entonces la carrera es la apertura de la flor. Pero el costo incontable de esta fuerte independencia es la sensación de desarraigo, la destrucción de los lazos intergeneracionales de familia (la vida rural de ciudad pequeña anclada en creencias religiosas ha desaparecido), el aumento inexplicable de la ansiedad y la profunda soledad no expresada de los individuos solitarios viviendo en Nueva York sin nadie más que ellos mismos y conexiones profesionales débiles en las que confiar.
Octavo, tener una carrera es un pálido sustituto de lo que Nietzsche una vez llamó “muerte de Dios”, la pérdida de una comprensión culturalmente compartida de una dimensión trascendente existente más allá de nuestros asuntos ordinarios diarios. La carrera afirma que puede proporcionarnos sentido en cierto sentido más amplio, pero la verdad carece de la capacidad compensar lo que, según Pascal, era un “agujero en forma de Dios” que rodeaba la cultura moderna. La futilidad de una carrera se revela cuando tratamos de pretender que otra tarea, proyecto, ascenso o logro puede ser cualquier cosa menos efímera como la última. Ninguna pieza de trabajo concebida por humanos por sí misma tocará la eternidad o probará ser satisfactoria y duradera.
Noveno y último, una carrera es una historia empobrecida sobre porqué alguien está viviendo y sobre para qué es su vida. Su principal defecto implica plantear al tiempo dos preguntas muy diferentes. “¿Cómo vivir mejor?” es la cuestión primaria, esa de eudaimonia, la buena vida. “¿Cómo continuar sobreviviendo?” es la cuestión secundaria, que se refiere a la supervivencia humana. Comprendida correctamente, la primera pregunta tiene prioridad lógica y existencial sobre la segunda. El caso trágico de suicidios de personas físicamente sanas ilustra esta prioridad: algunas personas tienen todas sus necesidades materiales satisfechas pero aún así no ven razones por las que deberían seguir viviendo. La carrera es engañosa, entonces, en la medida en que nos hace creer que puede responder las dos preguntas al mismo tiempo al subordinar sentido al dominio del trabajo: Estoy aquí para que me paguen, y eso es todo. No, ciertamente no lo es.

Una Idea mala pero persistente

Durante mucho tiempo, la carrera ha sido una idea mala pero persistente. Se ha aferrado a la vida social, algunas veces cambiando de forma, casi siempre preocupándose en vano por su débil apariencia. Pero el tiempo ha llegado.
Debemos dejar de pedir a nuestros hijos qué quieren ser cuando sean grandes. Es una pregunta repugnante, delirante y perniciosa: es poco probable que muchas personas sean una sola cosa a lo largo de sus vidas y, lo que es peor, es un creador temprano de auto-absorción injustificada como también de trivialidad.
Y deberíamos querer vivir en un mundo en el que la pregunta intimidante ¿Qué haces?, sea vista como terriblemente vulgar y que no merece seria consideración. Deberíamos morir a esa pregunta también.
En cambio, deberíamos preguntar a nuestros niños, cómo, en un sentido fundamental, quieren vivir, qué y a quién desean cuidar, lo que finalmente buscarán, qué o por quién estarían dispuestos a morir, y cómo ellos pueden, cuando estén muriendo estar tan saciados de la vida que cierren sus ojos libres de remordimientos y arrepentimientos.

Morir a la carrera es comenzar a despertar a la vida.

Soy un filósofo práctico. Escribo sobre la historia de, el valor de, y nuestras actitudes hacia el trabajo en Quartz at Work. Y recientemente hice una TEDx Talk sobre el concepto de “trabajo total”.

Andrew Taggart
Filosofo práctico, Ph.D. | Ex NYC | Nómada Estacional | Más sobre Andrew Taggart: https://is.gd/PJFXzM


Fuente: https://medium.com/@andrewjtaggart/im-an-anticareerist-and-you-should-be-one-too-86a8c3685164



vendredi 22 juin 2018

Cuerpo, deseos, emociones, pensamientos - Ken Wilber

Tengo un cuerpo, pero no soy mi cuerpo. Puedo ver y sentir mi cuerpo; lo que se puede ver y sentir no es el auténtico Ser que ve. Mi cuerpo puede estar cansado o excitado, enfermo o sano, sentirse ligero o pesado, pero eso no tiene nada que ver con mi yo interior. Tengo un cuerpo, pero no soy mi cuerpo.
Tengo deseos, pero no soy mis deseos. Puedo conocer mis deseos; lo que se puede conocer no es el auténtico Conocedor. Los deseos van y vienen, flotan en mi conciencia, pero no afectan mi yo interior. Tengo deseos, pero no soy deseos.
Tengo emociones, pero no soy mis emociones, Puedo percibir y sentir mis emociones; y lo que se puede percibir y sentir no es el auténtico Perceptor. Las emociones pasan a través de mí, pero no afectan mi yo interior. Tengo emociones, pero no soy emociones.
Tengo pensamientos, pero no soy mis pensamientos. Puedo conocer e intuir mis pensamientos; y lo que puede ser conocido no es el auténtico Conocedor. Los pensamientos vienen a mí y luego me abandonan, pero no afectan mi yo interior. Tengo pensamientos, pero no soy mis pensamientos.
Ken Wilber

vendredi 15 juin 2018

Envolver la Culpa y la Vergüenza

¿Cómo manejar la culpa y la vergüenza?
¿Cómo superar la culpa?

Una de las cosas que quiero compartir con tigo es que, como ser humano, tu y yo, tenemos cuerpos, tenemos cuerpos físicos. Es la única forma en que podemos entrar en situaciones y eventos que aparecen a nuestra vida. Sin nuestro cuerpo, realmente no podemos hacer nada.
Es nuestro cuerpo el vehículo físico que experimenta las emociones. Desde la perspectiva Védica el cuerpo es un vehículo para tu alma y está justo aquí sobre este planeta para experimentar el viaje de la vida. Ahora esa vida solamente puede tener sentido siempre que exista alguna clase de valor derivado de todas las experiencias, alguna clase de satisfacción.
La forma en que esa satisfacción es derivada es a través de las emociones. Es el cuerpo humano, es tu cuerpo humano el que experimenta emociones. Lo que hace: causa alguna clase de reacción fisiológica que es interpretada por ese observador único que tu eres, ese ser que eleva la mirada desde tus ojos. Esta es la perspectiva Védica y también es una de las perspectivas del Coaching Ontológico.

Tratar con la Culpa y la Vergüenza

El cuerpo va a experimentar emociones en cualquier momento, todo el tiempo. La idea es notar qué emoción se manifiesta y cuándo lo hace. Y no solamente eso, qué emoción está experimentando tu cuerpo ahora mismo.
Entonces tratar con la culpa y la vergüenza, cuando las comprendemos como emociones que nos visitan, como emociones que visitan al cuerpo, podemos tomar a ese observador único que somos e iluminar esa luz de inteligencia sobre esa emoción que el cuerpo experimenta.

Componentes de las emociones

Las emociones tienen cuatro componentes:
- Historia
- Disposición física, hacen que el cuerpo reaccione y tenga una respuesta fisiológica.
- Patrón respiratorio, también es una respuesta fisiológica ligada con la disposición del cuerpo y cómor espode e interpreta la emoción.
- Lleva a una acción, al movimiento. Tus emociones son la fuente de tu acción en esta vida. La forma en la que tomas acción en tu vida depende de la emoción que está guiándola. Una de las cosas más interesantes que quiero mencionar es que si tu tomas la palabra emoción y la separas, tienes e y moción. Así que, las emociones nos ponen en movimiento

La Culpa y la Vergüenza nos llevan a tomar acción

La culpa nos predispone a cierto movimiento.
La vergüenza por otra parte, también va a llevarnos a tomar acción, a movernos en una dirección para resolver esa emoción.
La mejor forma de tratar con la culpa y la vergüenza, la mejor forma de trabajar con las emociones, es usar una herramienta de lenguaje para profundizar y comprender la etimología del lenguaje, de la emoción y conocer sus raíces.
Entonces observar esto y notar la descripción y su resonancia en tí. Qué tan congruente es tu significado, es tu interpretación de esto. Si es congruente excelente porque tienes algo con qué trabajar! Si no es congruente, fabuloso porque ahora tienes algo con qué trabajar!

Obteniendo Claridad

Cómo logras congruencia entre "la definición" y la forma en la que interpretas y experimentas esa emoción. Y la mejor forma para trabajar con emociones es simplemente entrar en conversaciones para lograr claridad entorno a esa emoción.
¿Cuál es la historia de esa emoción? Obtienes claridad entorno a ella.
¿Qué clase de estándares transgrediste? Obtienes clariad sobre esto - y estaba relacionado con culpa y vergüenza.
¿Qué clase de acciones son requeridas? Obtienes claridad sobre esto.
Ahora cuando digo conversaciones, no quiero decir ir con otras personas y tener conversaciones, porque ¿sabes qué? En cada momento de tu vida despierta estamos en conversaciones. Si no estamos en conversaciones con otras personas, estamos siempre conversando en nuestra cabeza.
Las conversaciones que tenemos en nuestras cabezas son constantes. Es un ciclo constate que mantiene una vociferación continua. Es el observador tratando de interpretar y darle sentido al mundo.

No está bien, no está mal, pero la invitación que voy a dejarte es que observes cómo son esas conversaciones, cómo te sirven, si te están ayudando a avanzar y qué te están restando.


Fuente: https://thedharmacoach.com/wrapping-guilt-shame/index.html

El Cuerpo es un sacramento - John O'Donohue

“El cuerpo es un sacramento. La antigua y tradicional definición de la palabra <sacramento> lo define maravillosamente. Un sacramento es una señal visible de una gracia invisible. En esta definición se reconoce, de un modo sutil, que el mundo invisible se expresa en el visible. El deseo de expresión reside en lo más profundo del mundo invisible. Nuestra vida interior y la intimidad
Del alma anhelan encontrar un espejo exterior. Anhelan una forma que les permita ser vistas, percibidas, tocadas. El cuerpo es el espejo en el que el mundo secreto del alma se expresa, un umbral sagrado que merece ser respetado, cuidado y comprendido en su dimensión espiritual”.
~ John O’Donohue, Anam Cara.

vendredi 8 juin 2018

La alegría de la ira - Jeff Foster

Uno de los más grandes malentendidos en espiritualidad es que no deberíamos estar enojados. Nos dicen nuestros gurús y guías iluminados que deberíamos ser pacíficos, calmados y centrados - como ellos. Deberíamos estar relajados, arraigados, equilibrados, felices. Y por supuesto, siempre deberíamos ser compasivos y profundamente amorosos el uno con el otro.
Bellos ideales. Pero ese es el punto. A nuestro niño interior no le importa ser "bueno". O "agradable". O "amoroso". O "compasivo". O "feliz".
Y nunca ha escuchado hablar de "espiritualidad".
Hay un ser interior bellamente narcisista que se siente herido, enojado, asustado, disgustado. Que no se siente no-amado, invisible e ignorado. Y cuando silenciamos este ser interior, lo reprimimos y sofocamos, hierve con furia ardiente desde lo profundo del inconsciente. Es inocente y solamente se enfurece por atención amorosa - pero no nos han enseñado esto. Nos enseñaron a temer a nuestra ira, esconderla de nosotros mismos y del mundo.
Es esta misma supresión y rechazo de nuestros sentimientos más profundos lo que crea todo el sufrimiento y la violencia en el mundo, no los sentimientos en sí, que son naturals e inofensivos.
En su búsqueda por ser escuchado, en su intento de atraer nuestra atención, la furia del pequeño olvidad en nuestro interior comienza a drenar nuestra energía vital, dejándonos deprimidos, letárgicos, exhaustos, haciéndonos querer escondernos de la vida. La furia represada alimenta nuestras adicciones y compulsiones. Genera estrés, dolor crónico y tensión en el cuerpo, alimenta enfermedades e incluso genera impulsos suicidas y homicidas, que a su vez reprimimos, negamos o tratamos de silenciar, todo en nuestra búsqueda para mantener una imagen aceptable del "yo".
No podemos destruir o cortar este ser interior. El solamente está llorando por el amor que nunca ha recibido en su niñez. Entre más tratemos de destruirlo, más trata de destruirnos. Lo que tememos y peleamos en nosotros mismos, solamente crecerá en poder.
Puede ocurrir gran curación cuando soltamos nuestros ideales creados en la mente y giramos para dar la cara a nuestra verdad viva.
Admitimos que no estamos llenos de "amor y luz y dicha" como lo hemos pretendido - sino que estamos llenos de ira. Este reconocimiento es como una muerte para el ego, una terrible derrota para las fuerzas de la deshonestidad... pero un alivio absoluto para nuestros seres auténticos.
Invitamos a toda la rabia enterrada a la consciencia, para que podamos finalmente conocerla. Conectamos con el ser interior furioso, lo sostenemos en nuestros brazos por fin, le permitimos existir, y vivir y expresarse. Le preguntamos lo que necesita, en el fondo. ¿Se siente no-amado, decepcionado, triste, olvidado? ¿Se siente rechazado, abusado, abandonado, inseguro? ¿A cuál vulnerabilidad está la ira tratando de dirigir nuestra atención? Dejemos regalar a este pequeño en nuestro interior atención fascinada, y darle un hogar y una voz. Para que ya no nos controle. Así podemos ser finalmente su padre, no su esclavo.
La ira no es mala, equivocada o un signo de nuestra debilidad o fracaso. Es un ser interior precioso que anhela ser traído a nuestra luz.
Cuando nos hacemos amigos de nuestra ira, cuando respiramos en ella, cuando la suavizamos con una atención amable, puede haber gran alegría, la alegría de la intimidad verdadera con nosotros mismos. Y podemos descubrir una paz que no es lo opuesto a la ira, sino que está justo en su núcleo. La paz de mantenernos cerca, y celebrar todo lo que somos, celebrar el gran poder de la ira que surge de manera inteligente para protegernos del daño, percibido o real.
Y quienes nos aman entenderán nuestros sentimientos de ira, y amarán al pequeño que están en nuestro interior también.

- Jeff Foster

vendredi 1 juin 2018

La sabiduría de la ira - Melvin McLeod

Si sabemos cómo usarla, la energía de la rabia se convierte en una sabiduría intensa y compasiva. Porque incluso los budas se enojan por el sufrimiento y la injusticia.

¿Es la rabia una respuesta empoderadora y apropiada para el sufrimiento y la injusticia o solamente causa más conflicto? ¿Ayuda o hace daño?
Con tantas cosas malas sucediendo en el mundo en estos días, hay mucho debate sobre el rol apropiado del enfado. La respuesta puede reposar en la distinción fundamental que hace el Budismo entre enfado y agresión.
De acuerdo con el Budismo, la agresión es uno de los tres venenos que nos llevan al sufrimiento. Incluso un momento breve de reflexión sobre nuestras vidas, nuestra sociedad y nuestra historia humana nos confirmará que la agresión es la mayor causa de destrucción y sufrimiento.
Como con los otros dos venenos - ignorancia y pasión - lo que define la agresión es el ego. La agresión es la energía de la ira al servicio de todo lo que definimos como "ego", listo para atacar a cualquiera o cualquier cosa que consideremos amenaza. Pero cuando la ira es liberada de su servicio al ego, deja de ser agresión y simplemente se convierte en energía. La energía pura de la ira tiene sabiduría y poder. Puede incluso ser iluminada.

Los Budas están enfadados

Los budas no son solo las personas de amor y luz que nos gusta pensar que son. Por supuesto, su mente iluminada está basada en paz total, pero en un espacio abierto la compasión surge espontáneamente. Tiene muchas manifestaciones. Una es la energía pura de la ira.
La ira es el poder de decir no. Es nuestra reacción natural siempre que vemos a alguien sufriendo - queremos detenerlo. Los budas dicen no a los tres venenos que impulsan la injusticia. Hay ira sobre nuestro sufrimiento y felizmente destruirá sus causas. No están enfadados con nosotros. Están enfadados por nosotros.
Tradicionalmente, se dice que la compasión de los budas se expresa a sí misma a través de cuatro tipos de energía. Son llamadas los medios hábiles, las diferentes formas de sabiduría y compasión entran en acción para aliviar el sufrimiento.
Primero, los budas pueden apaciguar, ayudando a los seres que sufren a apagar las llamas de la agresión, la pasión y la ignorancia. El buda calmado y pacífico es uno con lo que estamos más familiarizados, cuya imagen trae un sentimiento de paz a millones alrededor del mundo.
Pero algunas veces se requiere más. Los budas pueden enriquecernos, señalarnos la abundancia de recursos que poseemos como seres humanos y sanar nuestra sensación interior de empobrecimiento. Entonces, si es necesario pueden magnetizarnos, seducirnos lejos del sufrimiento del ego hacia la alegría de nuestra naturaleza inherente iluminada.
En su forma pura y despierta, cuando no está impulsada por el ego, la ira trae bien al mundo.
Finalmente, hay tiempos en los que lo compasivo es destruir. Decir "¡basta!" al sufrimiento. decir "¡despierte!" a las formas en que las personas se engañan a si mismas. Usar la energía de la ira para decir "¡No!" a todo lo que es egoísta, explotador e injusto.
En su forma pura y despierta, cuando no está motivada por el ego, la ira trae bien al mundo. En nuestras vidas personales, nos ayuda a ser honestos respecto a nuestras propias manías y tener el coraje de ayudar a otros a ver que se están dañando a ellos mismos. En una escala mayor, la ira es la energía que inspira grandes movimientos por la libertad y la justicia social, que tanto necesitamos ahora. Es una parte vital de cada camino espiritual, pues antes de que podamos decir si a la iluminación, debemos decir no a los tres venenos.
La energía de la ira es una parte inherente de nuestra naturaleza - no podemos tener si sin no más que luz sin oscuridad. Necesitamos una vía para trabajar con la energía de la ira de tal manera que no se manifieste como agresión, como también métodos para acceder a su sabiduría inherente. Necesitamos una comprensión profunda sobre de dónde viene la agresión, cómo se diferencia de la ira, y un camino práctico para trabajar con ella. Ese camino comienza donde toda sanación comienza.

Primero, No causar daño

La mayoría de nosotros no somos violentos físicamente, pero casi todos nosotros hacemos daño a otras personas con palabras agresivas o emociones ásperas. La parte triste es que usualmente las personas que más amamos son a quienes herimos. Podemos también someternos o apoyar implítamente males e injusticia social a través de nuestro silencio, inversiones o hábitos de consumo.
El Budismo, como todas las religiones, ofrece lineamientos para ayudarnos a contenernos. Puede que no nos gusten las reglas y limitaciones, pero la moral, la ética y el decoro enseñados directamente del Buda son guías para no causar daño.
El principio de conducta correcta aplica para actos del cuerpo, del discurso y la mente. Guiados por las actitudes interiores de amabilidad y consciencia, monitoreamos lo que surge en la mente momento a momento y escogemos lo sano como la paz sobre lo nocivo, como la agresión.
El Budismo enseña técnicas útiles de meditación, para que no nos dejemos arrastrar por la fuerza de emociones conflictivas como la agresión. Estas técnicas nos permiten tomar ventaja del breve espacio en la mente entre el impulso y la acción. A través de la práctica de la atención plena, nos hacemos conscientes de los impulsos que surgen y permitimos un espacio en el cual podemos considerar si y cómo queremos actuar. Nosotros, no nuestras emociones, estamos en control.

Estoy en dolor, estás en dolor

Sin excusar o ignorar nada, es útil reconocer que la agresión es usualmente la respuesta mal adaptada de alguien a su propio sufrimiento. Esto nos incluye a nosotros y a nuestra agresión. Así que cuidarnos a nosotros mismos y cultivar compasión por otros son dos de las mejores formas de provocar un cortocircuito a la agresión.
Somos seres en sufrimiento, y no lo manejamos bien. Tratamos de aliviar nuestro dolor y solamente lo empeoramos. Las prácticas de atención plena y auto-cuidado nos dan la fuerza y el espacio para experimentar nuestro sufrimiento sin perder nuestra estabilidad ni atacar. Y cuando somos objeto de agresión nosotros mismos, saber que puede surgir del dolor de la otra persona, nos ayuda a responder hábilmente.

Sin reprimir ni actuar

El miedo y la vergüenza distorsionan la energía básica de la ira y crean el sufrimiento. Tememos que las emociones intensas como la rabia nos superarán y nos harán perder el control. Estamos avergonzados de que estas emociones negativas sean parte nuestra en absoluto. Así que nos protegemos a nosotros mismos contra la energía de la ira ya sea reprimiéndola o expresándola. Las dos son formas de evitar experimentar la intensidad total de la emoción. Las dos son nocivas para nosotros y para otros.
Lo que necesitamos es el coraje para permanecer en la total intensidad de la energía en nuestro interior sin reprimirla o liberarla. Es la clave del enfoque Budista para trabajar con la ira. Cuando tenemos el coraje de permanecer presentes con nuestra ira, podemos mirarla directamente. Podemos sentir su textura y comprender sus cualidades. Podemos investigarla y comprenderla.
Lo que descubrimos es que no estamos realmente amenazados por esta energía. Podemos separar la ira de nuestro ego y nuestra historia. Nos damos cuenta que la energía básica de la ira es útil, incluso iluminada. Pues en su esencia nuestra ira es la misma que la de los budas.

Descubrir la Sabiduría de la Ira

Tenemos el mismo poder para decir no que el de los budas. Tradicionalmente, se dice que la energía iluminada de la ira es la sabiduría de la claridad. Es una revelación aguda, precisa y penetrante. Ve  lo que es sano y nocivo, lo que es justo e injusto, lo que es iluminación y lo que es ignorancia. Viendo claramente, establecemos el terreno para la acción.

En nuestra naturaleza básica, estamos iluminados y nuestra ira es realmente sabiduría.

Todos experimentamos la sabiduría de la ira cuando vemos cómo la sociedad maltrata a las personas. Cuando tenemos una comprensión honesta de nuestras neurosis y prometemos cambiar. Cuando estamos inspirados para decir no a la injusticia y peleamos por algo mejor. Esta sabiduría es una fuente de fortaleza, valentía y solidaridad. Puede impulsar un cambio positivo.
Si el Budismo nos ofrece una buena noticia es esta: en nuestra naturaleza básica, somos iluminados y nuestra ira es realmente sabiduría. La agresión confusa y mal dirigida que causa dicho sufrimiento es solo temporal e insustancial.
Cuando la energía de la ira sirve al ego, es agresión. Cuando sirve para calmar el sufrimiento de otro y hacer del mundo un mejor lugar, es sabiduría. Tenemos la libertad de escoger. Tenemos el poder de transformar la agresión en la sabiduría de la ira. No hay mayor victoria, para nosotros y para el mundo.

Melvin McLeod el Jefe de Redacción de la revista Lion's Roar (antes Shambhala Sun) y Buddhadharma.