jeudi 20 juillet 2023

Duelo - Marc Licatta

 “Atender el dolor es la esencia del sanador herido alquímico. Probar un santuario y un pasaje seguro para su despliegue -en el cuerpo, la psique y el sistema nervioso- requiere que caigamos al suelo, a veces, y lloremos.

Llorar por la ruptura, por la muerte de un sueño, por la totalidad de la vida no vivida. Porque son estas lágrimas las que forman la sustancia del portal hacia la alegría.

El dolor no es algo que "superemos", sino un compañero con el que giramos, al que honramos a veces, con el que discutimos otras y con el que nos lamentamos a medida que se desarrollan los ciclos de nuestras vidas.

Vivimos en un mundo que ha perdido el contacto con las aguas sagradas de la reorganización. Pero marginar la experiencia del dolor es ir en contra de la naturaleza. En el mundo natural, la tierra se aflige a través de sus estaciones. Podemos sentir ese dolor en una gota de lluvia, si nos dejamos desarmar y volver a armar.

No hay un punto final en esta reestructuración, no hay un estado final de resolución en el que aterricemos en un lugar intocable, libres de nuestra vulnerabilidad corporal, de nuestra vitalidad somática y de más quemaduras.

Más bien, nos encontramos en lo que los alquimistas llamaban la rotatio, la rotación sagrada de vastos ciclos de ruptura y reparación que tocan y abren el alma humana.

El alma es infinita y los visitantes del dolor pueden acompañarnos toda la vida. Pero los afligidos y huérfanos de psique y soma no vienen a dañar, sino a revelar. Y para abrir una puerta hacia la plenitud, la misericordia y la luz.

El duelo no es tanto un proceso que "superamos" y salimos del otro lado completamente intactos, sino una comadrona no lineal y purificadora de lo desconocido. No se mueve en línea recta, sino en círculo y espiral.”

— Marc Licatta