vendredi 17 août 2018

Porqué nunca tiene tiempo suficiente, una historia - Andrew Taggart

Simplemente no hay suficiente tiempo. Está ocupado, apresurado, acosado por Lo que viene y ¿algo más? Mientras lucha por continuar, vacila entre suscribirse a más hackeo de vida y alzar las manos cuando se enfrenta con lo que irónicamente llama "la futilidad de la vida." La risa nerviosa que utiliza cuando escucha esta grandiosa expresión saliendo de su boca hace poco por aliviar la carga que lleva tan dolorosamente.
Algunas veces sueña con bajar de esta rutina de tareas, pero teme que, si lo hace, será pasado por alto y olvidado sumariamente.

Bienvenido a nuestra "hambruna de tiempo"

El tiemo es, en nuestra sociedad moderna, una escasez, un "recurso precioso", y el enemigo tácito que debe ser sometido. Pero no siempre ha sido así. En otros momentos en la historia, el tiempo era abundante. ¿Entonces qué ha cambiado? ¿Cómo el tiempo se volvió en nuestra contra?

Cómo el tiempo "se aceleró"

Aquellos de nosotros viviendo en países desarrollados generalmente trabajamos menos que nuestros predecesores viviendo en los años 1850, y aún sentimos no solo que tenemos menos tiempo sino que también el ritmo de la vida sigue acelerándose. La causa de esta desconexión - que la socióloga Judy Wajcman llama la "paradoja de la presión del tiempo"—ha sido tema de debate entre historiadores y sociólogos.
Algunos han argumentado que solamente los avances tecnológicos han causado la aceleración del ritmo de la vida social. Pero esta no puede ser la única causa de nuestra hambruna de tiempo, ya que muchas máquinas "ahorradoras de trabajo" debían también ahorrarnos tiempo. Ya no gastamos largas horas lavando nuestra ropa a mano, por ejemplo, Hyperloop promete hacer que la ruta entre Los Angeles y San Fancisco se sienta en el futuro como un corto viaje en metro.
"Es el capitalismo, estúpido!", alguien podría ser escuchado exclamando. El difunto historiador E.P. Thompson argumentó que el capitalismo industrial requirió una nueva cosecha de trabajadores - trabajadores industriales - que estaban sujetos cada vez más al "tiempo-disciplina", el control social del tiempo a través de medidas precisas y administración despiadada. Este cambio en cómo trabajamos es un contribuyente obvio a nuestra actual hambruna de tiempo. Mientra que antes de la industrialización, los trabajadores eran más libres para trabajar con ritmos más naturales incluso estacionales, a partir de entonces fueron sometidos a las demandas brutales de un tiempo de reloj estandarizado y expectativas capitalistas sobre niveles de productividad cada vez más altos. Los trabajadores del conocimiento contemporáneos heredaron esta disciplina del tiempo, aunque ahora en forma digitalizada.
Pero a pesar del incremento del trabajo programado puede contribuir a la hambruna de tiempo, aún se queda corto para explicarla completamente. La industrialización creó no solamente una demanda de programación, sino también prosperidad. El Gran Enriquecimiento, un período que comenzó en 1800, vió ciudadanos en naciones desarrolladas hacerse 130 veces más ricos de lo que eran antes de 1800. Esta nueva prosperidad para muchos creó unna oportunidad de "tiempo libre" sin precedentes.
Las tecnologias para salvar el tiempo y la prosperidad, en lugar de hacernos pobres de tiempo, deberían hacernos sentir como si el tiempo estuviera de nuestro lado. Pero no lo han hecho.
La razón, asevera el sociólogo Alemán Hartmut Rosa, es la "aceleración social". En la visión de Rosa, solamente podemos comprender la aceleración de la cultura moderna una vez que vemos cómo las innovaciones tecnológicas, los cambios sociales y el ritmo de la vida todos se afectan y se refuerzan mutuamente. Escribe, "Examinar las relaciones causales entre las tres esferas de la aceleración social revela un ciclo de retroalimentación sorprendente: la aceleración tecnológica que está conectada frecuentemente con la introducción de nuevas tecnologías (como la máquina de vapor, el tren, el automóvil, el telégrafo, el computador, el Internet) casi inevitablemente provoca una cantidad de cambios en las prácticas sociales, estructuras de comunicación y formas de vida correspondientes. Por ejemplo, el Internet no solamente ha incrementado la velocidad del intercambio comunicativo y la virtualización de los procesos económicos y productivos; también ha establecido nuevas estructuras ocupacionales, económicas y comunicativas, abriendo nuevos patrones de interacción social e incluso nuevas formas de identidad social."
Agregaría un cuarto elemento a este modelo: el ritmo cambiante que el trabajo de conocimiento causó por la amenaza de la precariedad. La seguridad - en trabajos, bienestar, retiro y en casi todas las fronteras - se ha vuelto cada vez más rara a medida que el trabajo se vuelve un arreglo tarea por tarea.   El empleado precario teme perder su trabajo y con frecuencia es reponsable de tareas que una vez estaban distribuidas entre más empleados, mientras que el precario profesional independiente, ansioso frente a un futuro incierto, a menudo está completando una actuación mientras busca las siguientes. La inseguridad financiera engendra una actividad interminable y ansiosa y a su vez un sentido agudo de hambruna de tiempo.
Estas explicaciones, oscilando desde la menos a la más completa, todas tocan algo importante sobre nuestra hambruna de tiempo. Pero aún fallan en explicar un cambio más profundo en pensamiento que lleva a la experiencia moderna de la naturaleza del tiempo, siempre fugaz, siempre antagónica.

Dos formas muy diferentes de ser humano

En 1845, Marx escribió que "los filósofos hasta ahora solo han interpretado el mundo en varias formas; el punto es cambiarlo".
Una manera de leer esto es como una cristalización de la transición histórica del mundo cambiante que ocurrió en el siglo XVIII: los seres humanos dejando atrás la idea de que su propósito superior era contemplar el mundo (llamada la doctrina "Imagen de Dios") y en su lugar abrazar la idea innovadora de que el mundo necesita ser cambiado (llamada la "Teoría del Agente").
El filósofo Edward Craig describe está transición en su libro, The Mind of God and the Works of Man. Desde el siglo XVII hasta el fin del siglo XVIII, escribe, "el lema filosófico o eslogan [era] que el hombre estaba hecho a la imagen de Dios." Desde este punto de vista, los seres humanos eran espectadores. Ellos contemplaban su "relación divina con la realidad", buscando aproximarse a ellos mismos a la "mente de Dios". El objetivo último de la vida humana, entonces, era aprehender a Dios y la creación de Dios y así encontrar un hogar en él - no cambiar esta creación actuando sobre ella.
Pero entonces, sorpresivamente, la historia cambió el curso, y una "nueva imagen del hombre y la relación del hombre con la realidad" surgió. Después de 1780, los filósofos a mendudo describieron un mundo donde el ser humano ya "no es un espectador, sino un ser que activamente crea, o da forma, a su propio mundo". De acuerdo a esta "Teoría del Agente", los seres humanos son agentes, "creadores de su propio entorno". En nuestras manos, el mundo así se convierte en "el trabajo de la mente humana."
Nuestra postura metafísica hacia el mundo así cambia desde una en la cual somos espectadores - contemplando el mundo que fue hecho a imagen de Dios - hacia una en la cual somos agentes, asiduamente tratando de adueñarnos del mundo.
Para quien contempla, el tiempo es eternidad: la presencia total del ser, una bendición más allá de las palabras. Para el agente, el tiempo fugaz, no más que un momento extinguido por otro acto en vista de un futuro que se cree que es mejor. Esto es porque con la acción viene una carga no reconocida. Nunca tendremos suficiente tiempo porque el mundo, siempre llamándonos a tomar más acciones, nunca estará completo. Mientras seamos solo agentes, el tiempo nunca estará de nuestro lado.

Paz duradera

En el tiempo en que la Teoría del Agente - la idea de que nuestro deber es cambiar el mundo conforme a nuestras demandas en lugar de contemplar sus dones - tomó completamente el control, no es sorprendente saber que los retiros silenciosos, la desaceleración prometedora, se han vuelto tan populares últimamente. Por ejemplo, para evitar el agotamiento en Corea del Sur, "la nación más sobrecargada de trabajo en Asia", algunos Surcoreanos están dispuestos a vivir en celdas monásticas de no más de 53 pies cuadrados durante una semana. Abandonan sus celulares, utilizan uniformes azules, reciben comida a través de una ranura abierta y están de acuerdo con estar encerrados en su celda (mientras también son notificados de cómo ellos pueden quitar el seguro de la puerta si es necesario.
Pero mientras este tipo de ejercicio puede darle a las personas un vistazo en la quietud contemplativa, solo no es suficiente. Tampoco, por sí mismo, lo es el Movimiento Lento, que nos invita a ralentizar el ritmo de la vida cotidiana. Tan pronto como retornamos a nuestra "sociedad de la aceleración" y sus ritmos, también los patrones regulares, frenéticos que expresan la Teoría del Agente. Y montar el balancín esquizofrénico entre ser un agente a lo largo de la mayor parte del año y ser calmado de forma contemplativa o ir más lento en resumen, intervalos intermitentes no es una forma de vida. Esta es una imagen de incoherencia dolorosa.
Después de innumerables conversaciones filosóficas a lo largo de los años con individuos que trabajan en Silicon Valley, en Wall Street y más allá, aquellos para quienes la "hambruna de tiempo" es su modo de vida por defecto, he llegado a creer que lo que debe ser descubierto en cambio - y esto no es algo fácil - es la quietud contemplativa que existe bajo el ritmo de la vida, ya sea rápido, fluctuante o lento, esa sensación de paz duradera que T.S. Eliot llamó bellamente una vez "el punto quieto del mundo que gira". Cómo encontrar esa paz perdurable, ese terreno de Vida, realmente es la cuestión.


Fuente: https://qz.com/work/1272033/why-you-never-have-enough-time-a-history/

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