vendredi 6 avril 2018

Presencia - Paz Zagal

Hace unos días, hicimos una charla donde propusimos la existencia de al menos 3 pilares fundamentales para el desarrollo profesional del coach: Presencia, técnica y experiencia.
Por supuesto que esta es una conversación abierta, donde el intento es ampliar la mirada y no achicar lo que hacemos a estas tres dimensiones.
En este primer artículo hablaremos de la Presencia del Coach:
A lo largo de los años hemos observado hacer coaching a muchísimos participantes de nuestros programas, tanto iniciales como avanzados y siempre ha estado en nosotros la pregunta de qué hace que para algunos les sea más fácil el que con el solo hecho de estar ahí frente a otro, suceda algo bellísimo, transformacional, y que para otros esto tenga mayor dificultad. Nuestras conclusiones siempre son las mismas, el contexto que genera la presencia del que está haciendo el coaching es una de las competencias fundamentales para ser coach.
La unica posibilidad que tenemos los coaches para acompañar a otros, es con nuestra presencia.
Sabemos que un coaching no pasa si la presencia del coach no genera en el coachee confianza, aceptación, liviandad, compasión y una invitación a entrar a espacios  muchas veces de profunda incomodidad.

¿De qué hablamos cuando hablamos de presencia?

Podemos estar presentes sin estarlo, eso lo vivimos diariamente con nuestras parejas, familias, hijos, trabajos, etc. ¿Recuerdan esos momentos en que están con sus hijos y a la vez están contestando mensajes por el celular? o ¿cuando han intentado hablar con su pareja y ésta les dice estar, sin embargo ustedes saben que sólo una pequeña parte de el o ella es la que está?
Hablamos de la presencia del coach como un estar, que genera el contexto para que en esa conversación ocurra un darse cuenta del coachee ampliando el observador que es. En otras palabras, la presencia del coach es clave para que el coachee se atreva a mirar (se), declarar aprendizajes y recorrer un camino de transformación.
La presencia del coach genera confianza y seguridad para que el coachee se atreva. Determina lo que sucederá y el resultado que tendrá esa conversación. Al momento de formarnos o seguir creciendo como coaches, es clave no olvidar que los mapas nuevos o los nuevos conocimientos no sirven de nada, si no estamos en un lugar que constituye la esencia de ser coach. A ese lugar lo llamamos presencia del coach.
Podemos tener un absoluto dominio “técnico” sobre lo que debe hacer un coach y estar muy lejos de poder serlo.
El mundo hoy, nos invita cada vez más a estar ausentes de nuestras vidas. El ritmo de vida, los estímulos, la cantidad de información es abrumadora. Muchas veces darnos el tiempo de escuchar al otro, mirándolo a los ojos, pareciera ser solo para momentos en que no hay nada más que hacer… ¡que locura parece esto!

¿Que elementos constituyen la presencia del coach?

En esta ocasión, distinguiremos y reflexionaremos cinco elementos. Son muchos más los que trabajamos en nuestras formaciones:

  • La integración de la historia
  • El sentido inspirador
  • Los dones y habilidades naturales
  • La emocionalidad para estar al servicio
  • Cuerpo contexto

La integración de la historia:

Con esto nos referimos a que si somos coaches, es necesario ser todo el tiempo también coachees e indispensable, haber pasado por un proceso transformacional.
Para estar al servicio de otro necesitamos habernos atrevido a declarar quiebres y en la continuidad del proceso permanente, seguir haciéndolo. Necesitamos haber realizado viajes transformacionales, donde nuestra historia se convierte en una aliada para el coach que somos. Solo así somos capaces de poner nuestros dolores, alegrías, luces y sombras al servicio de otro.
Y este camino pareciera ser para siempre, no podemos ser coaches sin seguir mirándonos. Cuando esto pasa perdemos plasticidad, rigidizamos nuestros aprendizajes, y nos alejamos de la vulnerabilidad que necesitamos para acompañar a otro.

El sentido inspirador:

Estar conectado con lo que nos mueve a hacer lo que hacemos, es clave para toda persona, sea cual sea la profesión o actividad que realice. Si no tenemos presente nuestro para qué, reflexionando sobre esto, re-inventándolo, recordando lo que nos inspira, nuestro hacer podría automatizarse.
Hace muchos años atrás, en uno de mis constantes aprendizajes, fui a que me sacaran la carta astral. Una de las cosas que escuché, en esa época en la grabación en un casette que recibí, fue que mi misión en la vida tenía que ver con acompañar a otros. En ese momento, aún no era coach, no entendí a lo que se refería, sin embargo quedó resonando en mí esa frase: “acompañar a otros”. No porque sonara muy relevante en ese momento, tampoco me parecía ser una gran misión. Hoy me hace todo el sentido del mundo… lo que me llena el alma, lo que me hace feliz en la vida es acompañar a otros. Cada vez que me siento frente a alguna persona, o que me paro frentre a una audiencia, acompañar a otros esta conmigo. Mi declaración es “voy a acompañar a estas personas para que encuentren eso que la vida les está susurrando”. Desde este lugar, no necesito liderar la conversación, tampoco decirle al otro lo que tiene que hacer, es sentarme y esperar a que ocurra lo que tiene que ocurrir.
Pareciera ser que estar conectado con nuestra misión en la vida engrandece nuestra presencia, el lugar desde donde hacemos lo que hacemos. Eso es parte esencial de que en la conversación con el coachee, este se sienta invitado a encontrarse con lo que le hace también sentido en su vida.
Los dones y habilidades naturales: muchas veces andamos en la vida pretendiendo ser alguien que no somos. La locura de esto, es que por andar en esa conversación nos perdemos de lo que realmente somos. Nos alejamos de nuestros dones, de eso que nos pertenece, aquello que nos sale fácil y que nos está dado, lo que nos convierte en seres particulares.
Para que nuestra presencia se alimente de nuestras habilidades naturales, la invitación es a escuchar nuestros dones para luego atrevernos a declararlos con fuerza y regalarlos al mundo.
Si nuestro don tiene que ver con bailar, ordenar, planificar, cantar, pintar, hablar, eso tiene que ser parte de lo que alimenta nuestro ser coach. Por tanto lo ponemos al servicio del coaching.
Creo que la abundancia llega cuando nos conectamos con la abundancia que somos.

La emocionalidad para estar al servicio:

Todo nuestro mundo emocional  es parte de nuestra presencia en el momento en que hacemos coaching.
Este mundo emocional tiene como base la confianza en que la persona que tengo al frente será capaz de descubrir y encontrarse con lo que necesita. La confianza en el coachee necesita ser la base para acompañarlo.
Si seguimos mirando las emociones que necesitan estar a la mano cuando somos coaches sin duda que la compasión por el otro y el respeto por el ser humano son esenciales. También lo es el coraje del coach para ser irreverente y desafiar al coachee con preguntas, invitándolo a salir de sus zonas de confort.
Otra emoción fundamental es la aceptación para que ahí pase lo que el coachee necesita o elige.
Es relevante saber que nuestro emocionar, incluyendo nuestros estados de ánimo, es parte del observador que estamos siendo en ese momento, por lo tanto, estar lúcidos a ellos nos permite ir mirándo desde el lugar presente, desde donde hacemos coaching y qué necesitamos seguir trabajando para ampliar nuestras posibilidades para acompañar a otro.

Cuerpo contexto

Nuestro cuerpo, y con esto me refiero a nuestra postura, tensión, tono de voz, dispocisión al movimiento, mirada, respiración, la distancia con el coachee, el ritmo de nuestros movimientos,  entre otros elementos, son parte esencial de nuestra presencia como coach. Nuestro cuerpo presente genera contexto, sosteniendo la invitación que hacen nuestras preguntas, interpretaciones y experiencias de aprendizaje que ofrezco al coachee.
El cuerpo del coach sostiene y le da espacio a las preguntas, a los silencios y a las emociones por las cuales nevega el coachee en la conversación.
La presencia como cuerpo contexto, te da la raíz, desde la cual te sostienes como coach y sostienes al coachee en sus aprendizajes.
Estar lúcidos del cuerpo contexto, como parte de nuestra presencia, nos permite tener la suficiente flexibilidad para danzar junto a nuestro coachee.

“En estar presente, en estar solo y en sentir el respirar. Permítete ese instante en el que te sientas contigo, tu momento, aquel en el que decides reforzarte, celebrar tu día y vivir. Porque la vida no es solo un baile en pareja, es también poder sentir el compás de la música aunque estás tras el escenario”. Dalai lama

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