vendredi 13 juillet 2018

El poder espiritual de la Danza - Gabrielle Roth

Cada uno de nosotros es un centro de movimiento, un espacio de misterio divino. Y aunque gastamos la mayoría de nuestro tiempo en la superficie en los detalles cotidianos de la existencia ordinaria, la mayoría de nosotros deseamos conectar con ese espacio interior, abrirnos camino en la dicha, ser barridos dentro de algo más grande que nosotros.

Como danzante joven, hice una transición desde el mundo de pasos y estructuras al mundo de la transformación y el trance mediante la exposición a la percusión en vivo. Los golpes, patrones y ritmos siguen llamándome más y más profundo en la danza.

Siendo joven, salvaje y libre, no me daba cuenta de que para entrar en lugares extáticos profundos, tendría que estar dispuesta a transformar absolutamente todo lo que se cruzara en mi camino. Eso incluía toda forma de inercia: la inercia física de músculos tensos y estresados; el bagaje emocional de sentimientos deprimidos, represados; el bagaje mental de dogmas, actitudes y filosofías. En otras palabras, tendría que dejar ir todo – todo.

En ese momento, estaba enseñando movimiento a miles de personas y en ellos, comencé a ser testigo de mi propia división cuerpo / espíritu. Entre la cabeza y los pies de cualquier persona hay billones de millas de tierra salvaje inexplorada. Anhelaba conocer lo que sucedía en esa tierra salvaje, no solamente en mí sino en todos los demás también.

Y así, el movimiento se convirtió en mi medicina y en mi meditación. Habiendo encontrado y sanándome en su salvaje abrazo, me convertí en una creadora de mapas para que otros los sigan, pero no en mis pasos, en los suyos propios. Muchos de nosotros estamos buscando un latido, algo sólido y arraigado donde podamos refugiarnos y comenzar a explorar la fluidez de estar vivo, investigar porqué con frecuencia nos sentimos bloqueados, anestesiados, atontados, tensos, inertes e incapaces de ponernos de pie o de sentarnos o de descifrar las pantallas que reflejan nuestra locura colectiva.

La pregunta que planteo a mí y a otros es, “¿Tienes la disciplina para ser un espíritu libre?” ¿Podemos ser libres de todo lo que nos ata y nos inclina en una forma de consciencia que no tiene nada que hacer con quienes somos de un momento a otro, de una respiración a otra?

La danza es la ruta más rápida y más directa a la verdad – no una gran verdad que pertenece a todos, sino la de tipo personal, la clase de verdad de lo que está sucediendo en mí ahora mismo. Danzamos para reclamar nuestra brillante habilidad de desaparecer en algo mayor, algo seguro, un espacio sin un crítico o juez o analista.

Bailamos para enamorarnos del espíritu en todas las cosas, para borrar la memoria o transformarla en movimientos que nadie más puede hacer porque ellos no lo vivieron. Bailamos para conectarnos con el verdadero genio oculto detrás de toda la mierda – para buscar refugio en nuestra originalidad y nuestro poder para reinventarnos a nosotros mismos, para dejar el pasado, olvidar el futuro y caer en el momento de pie. ¿Recuerda tener quince años, poseído por el ritmo, por la emoción de la música bombeando lo suficientemente fuerte como para ahogar todo lo que alguna vez había conocido?

El ritmo es un amante que nunca decepciona y, como todos los amantes, demanda un 100% de rendición. Tiene el poder de seducir movimientos que no podríamos soñar. Nos agarra por el vientre, nos da la vuelta y nos deja abruptamente rogando por más. Amamos los ritmos que se mueven más rápido de lo que podemos pensar, los ritmos que nos llevan más y más profundo en nuestro interior, que hacen vibrar nuestros mundos, quebrar muros y hacernos sudar nuestras plegarias. La oración es movimiento. La oración es ofrecer nuestros huesos al baile. La oración es soltar todo lo que impide nuestro silencio interior. Dios es la danza y la danza es el camino a la libertad y la libertad es nuestro trabajo sagrado.

Danzamos para sobrevivir, y el ritmo nos ofrece un camino de ladrillos amarillo para superar el caos que es el tempo de nuestros tiempos. Danzamos para soltar pieles, arrancar máscaras, romper moldes y experimentar el colapso – la demolición de fronteras entre cuerpo, corazón y mente, entre géneros y generaciones, entre naciones y nómadas. Somos la generación transicional.

Esta es nuestra danza.


Fuente: https://www.huffingtonpost.com/entry/spirituality-dance_b_862226.html

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire